Las 24 horas de l'humour
Los monólogos y los espectáculos de comedia a la vieja usanza ya estaban pasados de moda, así que cogieron una llave literaria y le dieron una vuelta de tuerca: fundaron “Las 24 horas de l'humour”.
Este formato, inspirado en la famosa prueba de resistencia automovilística de “Las 24 horas de Le Mans”, consiste en un escenario abierto por el que se van sucediendo humoristas sin parar de hacer monólogos durante 24 horas seguidas, sin descanso. El público forma parte de la prueba y tampoco puede abandonar el recinto en todo el día.
Lo verdaderamente difícil de la prueba no es la capacidad para hacer reír, sino la de parar de hacerlo. A las 5 horas, los músculos implicados en la risa se engarrotan y el público permanece en un estado basal de sonrisa primate, donde todo el mundo espera un chiste malo u ofensivo contra algún colectivo para poder ponerse serio y descansar un rato.
A las 10 horas, los humoristas se resbalan en el escenario entre charcos de sudor, lo que provoca todavía más risa entre los extenuados asistentes.
A las 15 horas, algunas personas entre el público comienzan a desmayarse, incapaces de seguir disfrutando del espectáculo. En el plató solo quedan los humoristas que realmente contaban anécdotas reales en sus monólogos, y hasta los técnicos de sonido han desfallecido.
A las 20 horas, una histeria colectiva se adueña de una parte del público y se empeñan en atrapar a los pocos monologuistas que quedan en pie para crucificarlos en el escenario. El cabecilla de la rebelión (un ejecutivo de cuentas de nombre Eufrasio) se hace llamar el Mesías, y asegura que va a acabar con todos esos hijos de puta por contar chistes en el templo.
A las 21 horas, la Unidad de Intervención Policial accede por la fuerza al teatro donde se estaba llevando a cabo el espectáculo, destruyendo las barricadas que habían colocado los asistentes. El panorama es desolador. La mayoría de las butacas han sido arrancadas y hay gente colgada de las lámparas del teatro con cables de luces LED, convirtiéndose así en parte de una macabra escenografía lumínica.
La Policía se ve obligada a negociar con los últimos asistentes que permanecen en pie, Eufrasio y siete personas más, que han tomado como rehenes a dos guionistas y gritan a través de un megáfono:
«¡Por culpa de esta gentuza estamos así! Nos anestesian con sus programas de variedades y entretenimiento, nos impiden pensar en los problemas que tenemos de verdad como sociedad. ¡Muerte al humor! ¡A la guillotina!»
A las 24 horas, una masa enfurecida de miles de personas marcha por las calles con antorchas y horcas (robadas del Museo de la Agricultura), quemando contenedores al grito de ¡Muerte al humor! mientras varias brigadas del Ejército de Tierra se preparan para sofocar el levantamiento.